Vivir entre cementos toxicos
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Habitantes de Tabasco viven sobre cementerios de residuos de hidrocarburos que fueron desechados por Pemex. Los lodos contaminados los han enfermedado y en tiempos de lluvia han inundado sus viviendas. A pesar de que hay un programa para sanear los daños ocasionados por la actividad petrolera, los fondos han sido desviados a proyectos emblema del gobierno federal, como el Tren Maya, o bien para actividades que en nada contribuyen al mejoramiento ambiental, como la instalación de salas de cine o la compra de lencería.
Texto: Evlyn Cervantes
Video: Lucía Vergara
8 de enero de 2024
Si usted escarba entre la tierra, el olor a petróleo penetra en su nariz de manera persistente, pero si decide avanzar, entonces sentirá que sus zapatos se hunden entre un suelo arenoso mezclado con residuos de hidrocarburo y aceite. Así es caminar sobre un cementerio de lodos contaminados extraídos de las actividades petroleras de Petróleos Mexicanos (Pemex).
Este lugar, ubicado en la Ranchería Anacleto Canabal Primera Sección, entrada a La Rampa, es uno de los siete cementerios tóxicos que se localizan en esa región dominada por una fuerte actividad petrolera. Cuando se realizó el recorrido por el lugar, el termómetro marcaba 37 grados, ocasionando que los rayos del sol agudizaran ese olor penetrante que cala en la nariz y que, de no estar acostumbrado, puede ocasionarle un dolor de cabeza.
“Es un olor muy fuerte, es un olor fétido, un olor como a fierro. Ahora sí que uno come con ese olor. Ya la garganta nos duele demasiado, no le sentimos ni sabor a la comida”, reprocha Lorenza Castro Castro, de 60 años.
Lorenza vive enfrente de este cementerio de lodos tóxicos que ella recuerda que alguna vez fue un lugar arbolado y con presencia de fauna. En 2019 ese paisaje cambió. El predio fue deforestado y acusa que empresas subsidiarias de Pemex lo utilizaron para descargar lodos contaminados que luego fueron enterrados con maquinaria pesada. Cuando la temporada de lluvias llegó ese año, el sitio se inundó y arrastró el suelo contaminado hasta su casa y las de sus vecinos.
“Vienen las inundaciones en el 2019 y ahora sí que nos fuimos al agua. Primero los vecinos que rayan con ese relleno tóxico se fueron al agua, de allí nos fuimos nosotros y toda la parte de atrás que está abajo. Todas las familias se fueron al agua el 28 de octubre y el 29; todo ese relleno que hicieron se llenó de agua y esa agua corría, fue lo que nos inundó a toda esta zona de aquí de la entrada de La Rampa”, recuerda.
El desbordamiento de los lodos contaminados y las inundaciones que los dispersaron, movilizó a los vecinos de esta Ranchería quienes se organizaron para colocar costales de arena como barda de protección.
Lorenza dice que ella y sus vecinos no quieren que este cementerio tóxico sea bardeado; lo que quieren es que desentierren los lodos contaminados y se los lleven de su comunidad.
Pemex cuenta con un programa para sanear comunidades afectadas por la contaminación petrolera, como es el caso de la ranchería donde reside Lorenza. Pero el dinero de ese programa ha sido desviado en el actual gobierno federal para fines distintos al mejoramiento ambiental.
Por ejemplo, con el dinero que debió servir para saneamiento del medio ambiente, se adquirió lencería, se instalaron cines comunitarios, se construyeron centros de registro para beneficiarios de programas sociales y se compraron fertilizantes que fueron repartidos entre habitantes afectados por el paso del Tren Maya.
En contraste, los habitantes de comunidades afectadas por la contaminación siguen en espera de recibir fondos del llamado Programa de Apoyo a la Comunidad y Medio Ambiente (PACMA). Es el caso de los residentes en la Ranchería Anacleto Canabal, quienes han enfermado con los residuos contaminados que fueron sepultados a un costado de sus casas.
“Los tóxicos enferman a mis nietos”
Es medio día, hace calor y a esta hora el cementerio de Pemex en la ranchería luce como un gran tapiz de color café que se extiende sobre un suelo seco, añejado, maloliente y descarapelado. Conforme se camina por el lugar, es posible encontrarse con residuos de bolsas negras que salen a la superficie.
María de los Santos Pascual Santiago, de 62 años, dice que esas bolsas negras contenían residuos contaminados y fueron enterrados en todo el predio, pero con el paso del tiempo, se dispersaron provocando afectaciones a la salud de los habitantes como alergias, tos y dolores de garganta.
“Tengo a mis nietos que tienen alergias, uno de 18 años y otra de 13 años. Esa alergia fue diagnosticada por el médico por algo tóxico que había en nuestra comunidad y les comentamos esto que había y el doctor dijo que de allí les venía esta alergia a mis nietos. La verdad, a veces hay para el medicamento y a veces no hay, pero los que nos vinieron a hacer el daño no se dan cuenta del daño que les hacen a los humildes; por ser humildes hacen lo que ellos quieren aquí en nuestra comunidad”, agrega María.
Al reclamo de estas mujeres se suman otras vecinas que han salido de sus casas para contar su propia experiencia sobre el cementerio tóxico. Una a una, van llegando a la casa de doña Lorenza Castro para reclamar su derecho a ser escuchadas; cada una tiene algo que contar.
Kenia Estefanía Méndez Salvador tiene dos hijos. Su hija se llama Ivón Kenay y su hijo Lucas Iván. Ambos fueron diagnosticados con problemas de salud a consecuencia del cementerio tóxico que colinda con su vivienda. Su hija está diagnosticada con rinitis alérgica y a su hijo le diagnosticaron asma.
“Vivo enfrente del terreno contaminado y a mis hijos les llega toda esa tierra contaminada que se vuela que, con el aire, nosotros gastamos unos tres mil pesos cada mes en inhaladores y nebulizadores”.
Las autoridades desoyen reclamo
Virginia Jiménez López tiene 32 años y señala que en la Ranchería Anacleto Canabal ni siquiera tienen acceso a drenaje por lo que las condiciones de salubridad son todavía más difíciles. Ella recuerda que las personas que llegaron a depositar los lodos contaminados en el sitio, les comentaron que eran residuos que ya habían recibido tratamiento, pero está convencida de que no es así porque los olores son tan fuertes, que incluso le resulta incómodo comer.
El cementerio tóxico, dice, ya fue denunciado ante las autoridades locales. Su denuncia hizo que personal de la Secretaría del Bienestar y defensores de derechos humanos visitaran el sitio, pero, hasta ahora, nadie ha retirado los residuos contaminados.
“La verdad que hemos tocado puertas y las autoridades no han hecho nada hasta ahorita por apoyar a la comunidad para levantar todo ese residuo. Pedimos que nos apoyen porque hemos estado año con año sufriendo inundaciones a raíz de este problema. Hay una vecina que se fracturó por salir a poner una bomba en su casa. Ninguna autoridad vino a resolver los gastos que tuvo”.
No todas las personas se han quedado en esta ranchería esperando respuesta; algunas han preferido mudarse con tal de no estar expuestas a esta contaminación.
“Vecinos se han cambiado a vivir a otro lado porque el olor ya no se soporta. Hay personas que llegan y dicen que todavía el olor es muy fuerte, pero la verdad nosotros ya no sentimos porque ya nos acostumbramos, llevamos cuatro años con el olor aquí”.
Lo que más lamenta Virginia es que ninguna autoridad les ayude a remediar la contaminación y que sean los vecinos quienes tienen que organizarse para buscar soluciones.
“La empresa que rellenó es la Constructora Cedros (Los Cedros Construcciones) y la empresa que dio el material es Beeco y la verdad es que en este caso hemos tocado puertas y nos llevamos decepciones grandes con las autoridades porque lo primero que nos dicen es vengan tal día”, dice la vecina.
“Toda la porquería está siendo enterrada”
A medida que se recorre la ranchería es común ver predios que antes servían como vasos reguladores y protegían a la población de las inundaciones, convertidos en sitios donde se entierran lodos contaminados.
En la Cuarta Sección de esta ranchería hay un predio que, desde hace 6 años, también funciona como cementerio tóxico. En un miércoles a medio día, se puede apreciar la maquinaria que remueve la tierra.
Manuel Madrigal Juárez, ex delegado municipal y quien vive en esta comunidad, explica que varios predios que colindan con las viviendas han sido rellenados con el material que extraen las empresas de Pemex, pero en cuanto es depositado en el sitio, se muere hasta la maleza y lo convierte en una isla de contaminación expuesta a cielo abierto de la que nadie se hace responsable.
Esta contaminación, recalca, está permeando el suelo y contamina los mantos freáticos del agua que consumen, comprometiendo la disponibilidad hídrica de la región.
“Ya tenemos varia gente con cáncer, con enfermedades en la piel, muchos problemas de salud y hemos hecho varias asambleas y hemos ido a muchas dependencias, pero no se ha resuelto nada. La compañía sigue tirando estos lodos donde les dan permiso, ellos hacen su trabajo, rellenan como si fueran estacionamiento, pero toda la porquería está siendo enterrada”.
Manuel considera que Pemex tiene una gran responsabilidad en la remediación o saneamiento de estos predios, porque es la que genera los lodos contaminados que luego son entregados a empresas que los entierran sin someterlos a un tratamiento previamente.
“Pemex tiene que tener una persona encargada de ver que este lodo no se esté tirando en cualquier parte, tienen que tener ellos un lugar específico donde no dañe a terceros, donde no dañe a la vida que es lo principal y es lo que se nos está yendo de las manos y ninguna autoridad se hace responsable y lo más grave es que con las lluvias todo esto se va a los ríos, a los pozos, a las casas donde las personas han perforado su pozo porque ni agua potable tenemos”.
“Están cada vez peor”
La Ranchería Anacleto Canabal se localiza a 7.5 kilómetros de la capital de Tabasco y alberga la Central de Almacenamiento de Pemex en Villahermosa. Por aquí es común ver transitar pipas que entran y salen para ser cargadas con hidrocarburos u otros productos químicos de la petrolera.
Cada cierto tiempo, un camión descarga lodos tóxicos en un terreno para luego enterrarlos. Esta es una escena que José Jiménez Rivera ha atestiguado en repetidas ocasiones; este tabasqueño vive a unos 10 minutos del municipio de Centro, Tabasco, en la ranchería Anacleto Canabal, cuarta sección, donde habitan miles de personas, todas expuestas a los impactos ambientales de la actividad petrolera.
“Hay como seis tiraderos identificados. Son cementerios a cielo abierto. Allí lo entierran y allí se queda ese lodo. Como ellos no viven aquí, ellos viven en los grandes fraccionamientos en la capital. Al que vienen a envenenar es al pobre pueblo, a la gente humilde de acá de las comunidades y eso no se vale”, reprocha en entrevista.
Este activista, quien ha acompañado a los habitantes en la exigencia a las autoridades para la remediación de este sitio, dice que muchas veces han intentado comprar su silencio, pero asegura no está dispuesto a quedarse callado mientras persista la proliferación de cementerios tóxicos.
Hace apenas unos meses, recuerda que una pipa de Pemex derramó litros de aceite sobre un pastizal provocando una contaminación que se propagó por las tierras de cultivo. De vuelta en el lugar, José se agacha para remover la tierra y encuentra que las raíces de los árboles todavía tienen residuos contaminantes. “¿Usted cree que así uno se puede quedar callado?”, cuestiona mientras sigue removiendo la tierra.
José Manuel Arias Rodríguez, responsable de la Asociación Ecológica Santo Tomás A.C, dice que es increíble que estas comunidades tradicionalmente de vocación petrolera, lejos de atestiguar mejoras en su calidad de vida, están cada vez peor.
Y es que sólo sus recursos naturales están comprometidos, sino que cada vez más su agua, su territorio, su modo de vida, los ríos y las siembras de cultivos, se contaminan restando valor a su patrimonio.
“Aquí el PACMA no llega, Aquí Pemex no ha hecho nada por mejorar las condiciones de la gente pero es aquí de donde más petróleo extraen”, dijo Arias.
El PACMA es el programa de Pemex que tiene como objetivo impulsar el desarrollo sustentable a través de acciones de responsabilidad social, el cuidado del medio ambiente y el fortalecimiento de las relaciones con las comunidades que son impactadas por la actividad petrolera.
De acuerdo con las reglas de operación, los recursos del PACMA provienen de los contratos que firma Pemex con proveedores o empresas contratistas. Cuando el monto de la contratación es por 100 millones de pesos o más, el proveedor o contratista aporta el uno por ciento del monto para ejecutar proyectos de desarrollo social y cuidado del medio ambiente.
Mediante estos donativos, las empresas contratistas de Pemex mantienen la Licencia Social para Operar. Sin embargo, ese dinero no siempre va a dar a sanear el ambiente, como se muestra con casos concretos en esta investigación.